Un laberinto que no es una maraña

Un laberinto que no es una maraña
Por Alina Tortosa
Para: Herald

Para Marina Papadopoulos los espacios arquitectónicos representan la evolución de la civilización y los criterios a través de los cuales sucesivas generaciones definen sus aspiraciones y sus preocupaciones.

Cuando se le hacen preguntas específicas sobre la instalación actual en el Centro Cultural Recoleta en la sala 11, la artista contesta que le resulta difícil hablar sobre el largo proceso creativo que le permitió comprender lo que quería hacer. Originalmente surgió de una escultura que representaba una escalera que llevaba a una celda, y de una serie de obras intermedias..

El laberinto de Papadopoulos no es una maraña, un entrevero de senderos en los que uno puede perderse.  Al contrario.  Nos lleva inevitablemente a lo largo de un pasaje oscuro, angosto, angular y concéntrico, al Tabernáculo, o sea, al centro mismo de nuestros pensamientos profundos.  Nos lleva a la conciencia quisquillosa de nuestra agenda contemporánea social y política, o al reconocimiento de las desgarradoras realidades del ser humano.

El laberinto representa para la artista, quien nació en Egipto, el recuerdo de dejar su país de origen en circunstancias dolorosas, su llegada a la Argentina, y su posterior adaptación conflictiva a otra cultura.  La conmueve también la violencia inherente en el ser humano, que ha tenido, y sigue teniendo, resultados devastadores en generaciones sucesivas.

Estéticamente la instalación es una invasión severa, y la distorsión, de un espacio abierto que nos es familiar. Entrar a un lugar habitual y desconocerlo, es parte del peso de la obra.

Caminar hacia no sabemos dónde, nos inspira temor, a la vez que nos intriga. La llegada del espectador o participante a un rincón privado, celda o santuario, en el que está solo con sus impresiones y reacciones ante la propuesta de la artista, es una experiencia inesperada.

Papadopoulos estudio Filosofía y Letras, historia del arte, análisis y critica de obra, asistió a la Escuela de Arte Prilidiano Pueyrredón, así como a talleres de dibujo y escultura, Una de sus obras fue adquirida por la ciudad de Buenos Aires en 1998 y otra obra suya fue seleccionada para el Parque de la Memoria.

Buenos Aires Herald
Domingo, noviembre 9, 2003